TRAZOS DE IDENTIDAD: EL RENACER DEL ROTULISMO EN PILARES
Artículo: Alexis Ortiz
Fotografías: Ashley Colín
Coordinación de Comunicación Educativa Comunitaria, PILARES
Al sur de la Ciudad de México, se encuentra el PILARES La Joya, en este espacio comunitario se encuentra Raúl Ángeles, quien guía a sus alumnos a través de un viaje donde el arte y la técnica se entrelazan, además de ser el único tallerista de los Puntos de Innovación, Libertad, Arte, Educación y Saberes (PILARES) que imparte el taller de rótulos. Aquí un grupo diverso de personas se reúne semanalmente para aprender sobre este oficio.
Raúl comparte su historia con una mezcla de nostalgia y orgullo. Desde los 20 años ha estado en contacto con los pinceles, dedicando su vida al rotulismo. Sin embargo, este oficio ha enfrentado desafíos significativos. “Cuando llegaron las máquinas y la tecnología, pensé que mi pasión estaba condenada”, reflexiona. Pero en 2024, la Secretaría de Cultura lanzó una convocatoria para restaurar los letreros borrados del centro de la ciudad, una decisión que marcó un renacer para muchos rotulistas, incluido él. “Nos contrataron a 90 rotulistas, y así fue como volví a encontrar mi camino”, dice con orgullo.
El rotulismo, aclara Raúl, es más que publicidad gráfica; es un lenguaje visual que embellece y da vida a las calles. “Cada letrero cuenta una historia”, explica. A través de su método Balser, que ideó hace más de dos décadas, enseña a sus alumnos a crear letreros estéticamente agradables y matemáticamente precisos. “El truco está en la proporción y la medición”, añade. Este enfoque ha permitido que incluso los principiantes logren resultados sorprendentes, evitando errores comunes que muchos rotulistas experimentados enfrentan.
Entre sus usuarios se encuentra Alexis Orozco, un joven entusiasta que llegó al taller atraído por un letrero que prometía aprender sobre rótulos en espejos y vidrios. “Quería expresarme artísticamente, y aquí he encontrado un espacio para hacerlo”, dice, iluminado por la emoción. Alexis relata cómo ha aprendido a medir letreros y crear moldes, habilidades que le permiten plasmar sus ideas con precisión. “Esto no es solo sobre letras; es sobre hacer que cada pieza sea hermosa”, subraya, reflejando el espíritu del taller.
Tamara Johnson, otra usuaria del taller, comparte su experiencia con entusiasmo. “Desde pequeña he querido ser artista”, confiesa. Al unirse al taller, ha descubierto una nueva dimensión en su arte. “Aquí aprendí a pulir mis habilidades”, dice, refiriéndose a las técnicas de medición y creación de moldes. Tamara siente que cada lección la acerca más a su sueño de convertirse en muralista, y el taller ha sido un espacio donde puede experimentar y crecer. “Es una forma de resistencia cultural”, añade, al reflexionar sobre la importancia de los rótulos en la identidad mexicana. Su deseo de mantener viva esta tradición resuena entre sus compañeros, quienes ven en cada letra pintada una forma de preservar su cultura.
Lorena Pérez, diseñadora y comunicóloga visual, también se unió al taller buscando aprender más sobre el rotulismo. “Soy egresada de diseño, y siempre he tenido interés en los rótulos”, dice. Para Lorena, el taller ha sido una oportunidad de profundizar en la tipografía y aplicar lo aprendido en sus propios proyectos. “Ahora puedo crear mis propias letras en lugar de depender de internet”, comenta con satisfacción. Su pasión por el diseño se ve renovada, y está decidida a utilizar lo aprendido para desarrollar su propia marca.
Cada sesión del taller es una mezcla de entusiasmo y dedicación. Raúl fomenta un ambiente colaborativo donde todos se sienten cómodos compartiendo sus ideas. Los alumnos no solo aprenden de su experiencia, sino que también aportan sus propias perspectivas. Las paredes del taller se transforman en un lienzo colectivo, donde cada trazo cuenta una historia y cada error se convierte en un aprendizaje valioso.
Las y los usuarios, impulsados por la práctica, comienzan a aplicar sus habilidades en el mundo real. Algunos rotulan negocios de amigos y familiares, convirtiendo el taller en un laboratorio de creatividad que tiene un impacto directo en sus comunidades. “Me encanta ver cómo mis alumnos aplican lo que han aprendido”, dice Raúl con orgullo. “No solo están adquiriendo habilidades, están transformando sus entornos”.
Sin embargo, el taller también plantea preguntas sobre la supervivencia de este arte en un mundo cada vez más digital. “Las máquinas han reemplazado mucho del trabajo manual”, lamenta Raúl. “Pero aquí estamos, demostrando que el rotulismo sigue siendo relevante y necesario”. Su compromiso con el arte no solo se refleja en su enseñanza, sino en su deseo de inspirar a otros a apreciar la importancia del trabajo manual en un mundo que avanza hacia la automatización.
Las sesiones se convierten en espacios de reflexión y debate. Los alumnos discuten la relevancia del rotulismo en la cultura mexicana y cómo puede seguir siendo una forma de resistencia ante la homogeneización visual que traen las nuevas tecnologías. “Mantener viva esta tradición es crucial”, dice Tamara, añadiendo que la resistencia no solo es sobre el arte, sino sobre la identidad y la cultura. “Es un acto de amor hacia nuestras raíces”, concluye.
Raúl, por su parte, se siente realizado al ver cómo sus alumnos se apasionan por el rotulismo. “El arte conecta a las personas con su entorno”, afirma. Cada letrero que pintan es un testimonio de su compromiso por embellecer sus comunidades y expresar su individualidad. “Quiero que se enamoren de este oficio y encuentren en él un camino de expresión y crecimiento”, dice, esperanzado.
A medida que avanza el taller, el entusiasmo es contagioso. Los alumnos trabajan con determinación, experimentando con colores, técnicas y diseños. El aire está lleno de risas y charlas animadas, mientras los estudiantes se ayudan mutuamente, celebrando los logros y aprendiendo de los fracasos. En este espacio, el arte no solo se enseña; se vive, se siente y se celebra.
Con el tiempo, el taller se convierte en un refugio para muchos. Algunos han encontrado en el rotulismo no solo una habilidad, sino una forma de identidad. Raúl observa cómo sus usuarias y usuarios florecen, y siente que su legado perdurará. “Si logramos que los jóvenes se enamoren de este oficio, el rotulismo tendrá un futuro brillante”, concluye.
Así, en este rincón de la ciudad, el taller de rotulismo en PILARES se erige como un faro de creatividad y resistencia cultural, donde cada letra pintada no solo embellece el entorno, sino que también cuenta una historia de amor por el arte, la identidad y la comunidad. A través de este trabajo, los participantes se convierten en custodios de una tradición que, aunque amenazada, sigue viva gracias a su pasión y dedicación.
Actualmente los talleres de rótulos se imparten en el PILARES La Joya, el PILARES San Lorenzo Huipulco y el PILARES Taxqueña. Para conocer toda la oferta artística y cultural de PILARES, se puede consultar el siguiente enlace: